lunes, 7 de septiembre de 2009

De Cuzco a Lima y el Ladrón

Todo ocurrio en un autocar nocturno que cubria la ruta Cuzco - Lima. Eran las 2 de la madrugada y todavia teniamos mas de 15 horas de trayecto. Mi compañero y yo nos diriamos a un pueblo llamado Pucallpa, para internarnos en la Amazonia Peruana.


La oscuridad llenaba todo el sendero por donde viajaba el autocar y desde la ventanilla no se percibia absolutamente nada. En el interior los viajeros, suspiraban, roncaban y algunos de ellos se apelotonaban durmiendo en el pasillo, bloqueandolo.

Dentro todas las luces estaban apagadas.

Estaba demasiado oscuro. Y eso me provocaba una persistente sensacion de inseguridad.
Aun asi Nacho y yo gozabamos de una relativa experiencia en viajes de largo recorrido en bus y eso me tranquilizaba. Como tambien quiza el hecho de ir acompañado.
Lo mas dificil era cerrar los ojos y relajarse.

El camino era tan pedregoso que los cuerpos de las personas que dormian en los asientos, saltaban de un lado a otro, las cabezas se movian continuamente de aquí para alla, y los cuellos quedaban enclavados en posturas imposibles.
Me revolvi en el incomodo asiento para intentar acomodarme.

Cuando conseguia dormir mas de 30 minutos seguidos; Siempre despertaba sobresaltado con algun fortisimo golpe. Las piedras mas grandes del camino impactaban violentamente en el chasis del vehiculo y generaban un tremendo estruendo en el interior. Pero esto no parecia preocupar a nadie. Solo a Nacho y a mi. Los dos unicos turistas que viajabamos en el autobus.

Mas tarde descubria que la inercia se habia adueñado de mi cuerpo. Y ahora el reposa brazos se undia en mi estomago.
Era imposible descansar.
Ademas la velocidad a la que nos sometia el conductor del autobus era realmente alarmante. Las curvas se cerraban muy a menudo desplazando todos los cuerpos inertes a la vez hacia alguno de los costados del autocar. Como si de una coreografia macabra se tratara.

De pronto el vehiculo se paro.

Puede escuchar el sonido hidraulico de las puertas que se abrian y luego se cerraban. Me parecio que el compartimento del equipaje tambien se abria. Pero no estaba seguro.
En cualquier caso fue una parada breve, no exenta de un alo de misterio.
No es muy normal que un autobus de linea pare de madrugada, pero el autobus rapidamente prosiguio su marcha.
El vehiculo tenia dos plantas abarrotadas de gente que dormia. Nosotros estabamos cerca de las escaleras del piso de arriba cuando comenzo todo el jaleo.
Una conversacion crecia de intensidad en el piso de abajo.

Hubo otra parada.
Ahora se escuchaban forcejeos y la gente se agolpaba en la escalera para mirar que pasaba.
Los viajeros gritaban y en la cabina del conductor habia golpes.
La oscuridad impedia ver nada.

- Guarda el pasaporte y el dinero debajo del asiento, rapido!!! - me dijo Nacho, con cara muy seria.

Era evidente que algo pasaba o algo muy malo estaba apunto de ocurrir.

- Arranque el motor!! - decia uno.

- No pare!!! Vamonos!!! - decia otro.

Seguian los golpes y forcejeos abajo.

- Los hombres!!! Que ayuden los hombres!! - grito una mujer.

- Cojanlo!! - grito otra.

Entonces vi desde la ventanilla, como un hombre joven era arrastrado hasta la frondosa cuneta, y estaba siendo pisoteado por mas de 10 personas.
No podia creer lo que estaba viendo.
Algunas de las personas que inflingian el tremendo castigo, parecian que se cansaban, cogian aire y para luego continuar pisando al hombre, que ya parecia no moverse.

Entonces senti panico. Jamas habia experimentado esta sensacion. Y senti que el panico me paralizaba. Solo eso, no estaba nada nervioso. Pero si observando paralizado el acontecimiento.
¿Que estaba pasando?, ¿Nos iban a robar a nosotros?
De pronto el autobus se puso en movimiento con la puerta abierta. Puse mi frente contra el cristal y percibi como la escena de la paliza continuaba produciendose mientras nos alejabamos del lugar.

En el interior la gente seguia gritando :

- Pero porque paro?? No pare mas!!!

- Es un ladron!!! - decian.

Nacho y yo no entendiamos nada.
La escena que acababamos de presenciar se repetia una y otra vez en mi cabeza.
Ahora el vehiculo avanzaba a gran velocidad y la piedras del camino volvian a golpear los bajos del autobus.
La incertidumbre y la confusion reinaban en el interior del oscuro autocar.

- A ese hombre lo han matado, seguro. - me susurro Nacho.

La gente volvia a sus asientos y comentaban el suceso.
¿Pero que era lo que realmente habia ocurrido? ¿Quien era ese hombre ajusticiado?
Escuche algo sobre un ladron, luego algo sobre el conductor. Pero no pude entender la historia. Y tampoco queria preguntar a nadie. No queria llamar la atencion ni tomar parte en el terrible suceso de ninguna de las maneras.
Preferiamos ir callados.

No llevabamos ni 15 minutos en movimiento cuando el autobus volvio a parar.

Pareciamos estar en la travesia de un poblado.
Me levante del asiento para ver lo que los faros del vehiculo alumbraban.
No me lo podia creer! El camino estaba cortado con enormes piedras colocadas a modo de barricada.
El autobus no podia pasar y ahora el motor dejaba de funcionar.
En el piso de abajo volvia a haber comentarios y las puertas se abrian de nuevo.
En ese instante aparecieron tres mujeres indigenas muy bajitas y de tez casi rojiza.
Sostenian en sus manos unos palos inmensos y su expresion era fria y seria.
Andaban por el pasillo del autobus en silencio, interrogando con sus ojos a todos los viajeros.

- Ya marcho. - dijo una mujer.

- Ya lo bajaron. - dijo otra viajera.

La tres mujeres nativas recorieron todo el pasillo sin hacer caso de los comentarios de la gente.
Nacho y yo estabamos totalmente paralizados cuando pasaron cerca nuestro.
Ni siquiera nos miraron.
Mas de casi veinte minutos parados y de tremenda confusion.
Ahora no sentia el cansancio, estaba totalmente despierto.
Las conversaciones en el exterior continuaban, pero no las podia descifrar.
Parecio que llegaban a un acuerdo.

El autocar arranco y prosiguio el camino.
Lo unico que deseaba fervientemente era que no se produjera ni una parada mas. No queria mas sorpresas.
Fueron pasando los minutos y las horas. Y parecia todo calmado y tranquilo. Todo el mundo dormia de nuevo.
Cesaron los comentarios. Yo intente descansar y puede que durmiera. Pero inconscientemente seguia en un estado continuo de alerta.
Cuando amanecio y llegamos a una de las paradas que efectuaba el autobus para que los viajeros desayunaramos, Nacho y yo escuchamos lo que parecia la version integra de la historia.

Parece ser que un ladron habia parado el vehiculo - primera parada - y habia prometido al conductor del autobus una suma de dinero con la condicion de que lo llevara hasta algun pueblo cercano. Obteniendo un “si” como respuesta del conductor y accediendo a introducir todo el botin sustraido en el compartimento de equipajes.
Pero presumiblemente este personaje ya habia robado en mas de una ocasión en este lugar y las gentes de la zona lo estaban esperando unos km mas alante - segunda parada -.
Para alli reducirlo, sacarlo del vehiculo y tomarse la justicia por su mano.

La tercera parada funciono como un puesto de control para el caso de que el ladron hubiese burlado a las gentes que lo esperaban en la primera parada.
Las mujeres indigenas armadas con palos no creyeron ni una palabra del conductor y los viajeros que aseguraron que el ladron ya habia sido apresado. Ellas prefirieron comprovalo con sus propios ojos y convencerse de que el ladron no habia sobornado al conductor o al autobus entero para dejarlo esconderse.
Hasta que no llegaron los nativos del primer puesto de control a la segunda parada - donde se encontraba la barricada de piedras para dar la noticia de que efectivamente ya habia sido apresado el ladron - no dejaron que el autobus se moviera ni un centimetro.

- Y que es lo que habia robado? - pregunto de pronto Nacho introduciendose en la explicacion.

Las dos mujeres nos miraron sorprendidas y contestaron.

- Tres vacas troceadas que metio con los equipajes.

Unas horas mas tarde llegamos a Pucallpa sanos y salvos habiendo superado esta tremenda prueba a la que nos habia sometido el viaje por sudamerica. Y una vez que el mozo habia repartido el equipaje. Puede comprovar lo impactante y veridico de la historia.
Mi mochila tenia rastros de sangre animal.
Entonces Nacho y yo nos miramos y los dos a la vez dijimos:

- Uff.